
De
ArgentinaTodo fue excelente. Difícilmente podamos expresar y transmitir con palabras lo felices que fuimos ahí. Empezando por lo más simple: un lugar extremadamente limpio y cuidado. Nada hay roto. Nada fuera de lugar. El sitio es una postal. El mar está allí, al alcance, y la escalera baja directamente a una playa desierta. Qué decir de la atención. Se respira calidez en cada rincón. Silvia, Rosario, Lidy y hasta Jairson (el sereno) se ocupan de que uno se sienta como en casa. Silvia y Rosario son dos madres que se ocupan que a uno no le falte nada. Dos personas muy queribles.
El desayuno es un pasaje a las más sabrosas tentaciones. Desde lo más simple a las delicias más sofisticadas. Todo es casero (el yogurt, el pan, las tortas) y lo hace Silvia en el momento. El café hay que probarlo. El hecho de que venga en un termo engaña: es una mezcla de los mejores cafés con un toque personal.
El Wifi es potente. Las habitaciones son un lujo. Los pisos son de madera (sí, pisos de madera en el norte de Brasil, porque esa posada tiene una historia...). Las camas gigantes y muy cómodas. Una experiencia de descanso. Lo que van a ver ahí es mucho mejor que las fotos. Pueden hacer playa abajo de la posada. Si no, a unos quince minutos, a pie tienen a una de las mejores playas de Maceió (Praia do Sereia). A una cuadra, un supermercado, una farmacia, un restaurante y una panadería. Media cuadra más: dos verdulerías gigantes. Una cuadra para el otro lado y está SantOrégano, un lugar para ir a cenar con música en vivo.
Tomamos mucho mate y eso requiere agua caliente. Se lo pedíamos a Lidy al menos tres veces por día. Siempre, siempre se llevaba el termo con una sonrisa y volvía con la temperatura justa.
Nos fuimos tristes. No solo porque se terimaron las vacaciones, sino porque vamos a extrañar a la posada y a su gente. La última noche, hicimos una cena de despedida,
Quedó mucho por escribir, pero nos parece que lo importante es que sepan que hay un lugar que nandie debería perderse.